El mágico piano mecánico
Todavía en la década de 1920, las pianolas eran
una de las formas de entretenimiento más populares en todo el mundo. Con teclas
que subían y bajaban como si las tocaran dedos fantasmales, estas “pianolas”
(en realidad este nombre fue la marca comercial de un fabricante) llenaban con
su música tanto bares oscuros como salones respetables. Sólo en los Estados
Unidos, a principios de la década citada fueron fabricados medio millón de
estos instrumentos. Pero en la de 1930, con la creciente popularidad de la
radio y el gramófono, prácticamente desaparecieron.
La primera pianola se patentó en Francia en 1863. Consistía
en un gabinete con “dedos” de fieltro, que se colocaba en la parte delantera
del piano, sobre las teclas. En su interior, una barra rastreadora “leía” los
orificios de un rollo de papel giratorio, como los de las tarjetas perforadas
de computadora. Entonces, la barra activaba el sistema de fuelles que hacía a
los “dedos” pulsar las teclas adecuadas. En modelos posteriores, todo el
mecanismo quedó incorporado al piano mismo.
En algunos modelos, el usuario tenía que pedalear
los fuelles para controlar el volumen y la velocidad, lo cual requería gran
habilidad, de modo que pocas veces lograba éxito total al respecto. En modelos
más avanzados, que se conocieron como pianos reproductores, los efectos
expresivos de los pedales se incluyeron en una hoja perforada que reproducía
cualquier matiz, de un concierto, como un cambio de tempo.
Pianistas famosos de todos los tipos de música,
desde Rachmaninoff y Debussy hasta George Gershwin y “Fats” Waller, hacían cola
para grabar sus interpretaciones en rollos de pianola, que se reproducían
para venderlos como los discos o los
casettes actuales. La enorme ventaja del rollo era que la música se escuchaba
en un piano de verdad (incluso en los discos compactos de hoy día
inevitablemente se pierde algo de la calidad de la música interpretada en vivo,
pese a los complejos procesos de grabación).
La tecnología computarizada de finales de siglo XX
ha alcanzado a las pianolas. En la década de 1970, la compañía japonesa Marantz
desarrolló el Pianaocorder, sistema
de cinta magnética de computadora especialmente codificada, que se instalaba en
un piano para que el pianista grabe mientras toca. Luego pude sentarse y
escuchar, pues el instrumento reproduce la interpretación con todo y errores.
¿Sabía usted qué...?, Reader’s
Digest, 1990
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